ODIO A MIS VECINOS

Odio a mis vecinos, a todos y cada uno de ellos. Y me pregunto: ¿Es imposible tener vecinos normales? Pues si, se ve que es imposible.

Viviendo en una comunidad de vecinos es cuando más cerca estas de comprender la mente de un asesino en serie, y es que cada día te enfrentas al reto de no sucumbir ante tus instintos más primitivos y cometer una locura.

El hombre odia a sus vecinos desde el inicio de los tiempos y vecinos los hay de muchos tipos, pero vamos a enumerar a los especímenes más comunes y como combatirlos.

En todo bloque de pisos que se precie, no puede faltar la vecina del perro. Esta señora dispone de un perro de raza pequeña, peludete y juguetón que hace las veces de marido, bien sea porque este ha fallecido o porque se pasa todo el día en el bar con el vinito, que para esta mujer viene a ser lo mismo.

Normalmente esta mujer vive en casa sola o con su marido y sin hijos, porque ya son mayores y se han marchado de casa o porque nunca los ha tenido, en cuyo caso el perrito también hace de sustitutivo de los hijos no natos.

Estas mujeres sienten debilidad por comerle el hocico a su animal, obviando que ha podido lamer antes. Si su marido le sugiere si tiene a bien hacerle algún trabajito oral, esta responderá con muecas de asco y le indicara muy amablemente que tal trabajito se lo haga su difunta madre, ahora bien, no pondrá reparos en comerle el morro al animal que previamente ha estado lamiendo el ano de otros perros, son los misterios de la naturaleza.

Debido a que el perro no ha sido educado ni adiestrado adecuadamente, se pasará todo el santo día ladrando sin parar, con ese ladrido agudo e infernal que hará que desees arrancarte las orejas y taponar con ellas el hueco auditivo que quede en tu ensangrentado cráneo.

Otra medida un poco menos drástica, es ir al piso de la señora a decirle que si hace el favor de callar al animal, esta solución es tan inútil como el régimen de Falete. Lo único que conseguirás es asistir a una escena grotesca en la que la señora reñirá al perro como si de un niño pequeño e idiota se tratase, tú te irás con una mezcla de miedo y asco y antes de que llegues a tu puerta ya estarás oyendo al perro de nuevo.

Solución: veneno para ratas, lo introduces cuidadosamente en unas croquetas y se las das a la señora, después de muerta es probable que el perro siga ladrando, pero oye ¿y lo a gusto que tu te quedas?

Otro espécimen en el mundo vecinal es la tía que anda por la casa siempre con los tacones puestos, ya sean las siete de la mañana, las tres del mediodía o las once de la noche. Este tipo de vecino siempre vive encima de ti, y normalmente es mujer o travesti, en cuyo caso el tema se pone ya muy jodido debido al tamaño de los zapatos de plataformas que utilizan y porque a ver quien tiene huevos a subir a decirle algo a tremendo bicharraco.

En este caso lo tienes más difícil que Quico Hernández en la selectividad, así que no te va a quedar otro remedio que aguantarte, para variar.

Otro de los vecinos que siempre viven en el piso de arriba son los matrimonios con hijos pequeños. Aquí serán los ruidos de los niños corriendo, pelotas rebotando y juguetes varios lanzados contra el suelo, lo que tendrás que aguantar.

Parece mentira lo pequeños que son los cabrones y el ruido que hacen corriendo, como si calzaran zuecos de madera.

Si subes a quejarte te encontraras en una situación similar a la del perro, y lo mas común será que escuches la frasecilla: “… si es que son niños”, ¿y a mi que coño me importa que sean niños?, pensarás, conclusión: te jodes, o vuelves a las croquetas con veneno, pero cambiando las croquetas por llamativas chucherías.

Una especie menos común pero no por ello menos importante es la vecina macizorra o vecino buenorro, la probabilidad de que coincidas en un bloque de pisos con este tipo de vecino está relacionada con el hecho de que tengas novia o novio en ese momento, es decir: si estas soltero las posibilidades son prácticamente nulas y si tienes pareja estable las posibilidades se disparan hasta el 95%.

En el caso de que vivas en pareja y en tu bloque exista este vecino o vecina, reza por no coincidir con el y tu pareja en el ascensor, pero en el caso inevitable de que esto suceda te dará unos sencillos consejos. Pongamos que eres mujer estas con tu marido en el ascensor y sube el cachas de abajo, en principio es igual que mires de reojillo o no, porque tu marido no se va a enterar de la misa la mitad, lo importante aquí es cuando te quedas a solas con tu pareja, evita hacer comentarios comparativos respecto a sus músculos y la ausencia de ellos en tu marido, y si se muestra ofendido o herido en su masculinidad recurre a la frase de : “… que asco por dios, a mi no me gustan tan musculosos, este se debe meter de todo”, aunque eso es lo que te gustaría a ti, que te metiera de todo. Y mientras la señora de la limpieza limpia el charco que ha dejado tu mujer tu siempre puedes decir aquello otro de: “buah, estos tíos tan cachas luego tienen una mini churrilla…” y si con es duermes tranquilo pues oye, eso que te llevas.

Ahora bien, en el caso de que seas hombre y coincidas en el ascensor con tu mujer y la maciza del tercero, la estrategia a seguir cambia. En este caso si que es de vital importancia evitar mirar a la vecina, por más que pienses que lo haces de reojo y tu mujer no se entera, ¡no seas idiota! que tu mujer se entera siempre, tienen un sexto sentido para eso, y si ya te pillan normalmente imagínate en un espacio de un metro cuadrado con paredes de espejos. Se da cuenta tu mujer y la vecina que pensará a inmediatamente que eres un enfermo, ya que ella solo lleva minifalda de palmo y escote hasta el ombligo por ir cómoda.

Cuando ya haya pasado la tormenta y estés a solas con tu mujer, la estrategia aquí es negarlo todo, absolutamente todo y rotundamente, sin medias tintas y sobretodo nunca, nunca, nunca, caigas en la trampa de la sinceridad, nunca. Por mucho que ella te diga: “si ya sé que le has mirado, si no pasa nada, no me enfado, me lo puedes decir…” ¡los cojones! Sigue negándolo todo, la sinceridad les importa lo mismo que a ti como le ha ido el día en el trabajo, no caigas en una trampa más vieja que la tos.

Yo recomiendo lo mismo que la policía, no digas nada porque puede y será utilizado en tu contra, ahora bien si estas tan acorralado que tienes que decir algo, siempre puedes recurrir al: “ya ves tu, va vestida como una puta, que asco de tía” y si tu mujer está algo rellenita añade: “y encima esta anoréxica, a mi me gustan las mujeres con curvas” y si esta delgada opta por: “y encima esta gordísima, ¿has visto que celulitis tenia?”, no, no, esto último olvidarlo porque entonces ella os puede contestar: “¿ah si? ¿Qué bien nos fijamos no?” y es que aunque te cruzaras con Carmen de Mairena y dijeras: “que asco de tía -por decir algo- es feísima, es un monstruo, esta gordísima, ¡arráncame los ojos por favor o vomitaré!” igualmente ella contestará enfadada: “¿ah si? ¿Qué bien nos fijamos no?”, es así, no lo he inventado yo.

Pero no nos podemos olvidar de la especie autóctona por excelencia de nuestras escaleras: la vieja cotilla, chafardera o también conocida como vieja del visillo.

Por más que la quieras evitar, es inútil, nunca lo conseguirás, salgas a la hora que salgas de tu casa, en ese momento saldrá ella de la suya para encontrarse contigo y poder sacarte toda la información de la que se alimenta.

Si coincides con ella de buena mañana y te ve con un maletín ella dirá: “¡que! ¿A trabajar? Eso es bueno…”, si te la encuentras al final del día con la bolsa de basura: “¡que! ¿A bajar la basura? A mi me la baja mi Antonio…”, si vas con una bolsa de deporte: “¡que! ¿Al gimnasio? Hay que cuidarse, yo si no fuera por esta artrosis…” si coincides con ella yendo con el perro te dirá: “¡que! ¿A sacar al perro? Animalico…”. La única manera de ahuyentarla para siempre es bajar con ella en el ascensor con la churra fuera, y a ver que se le ocurre decir: “¡que! ¿A sacar a pasear la churra? Animalico… a mi Antonio se le baja y si no fuera por mi artrosis… ”

Finalmente hablaremos del odioso mundo vecinal en su máximo esplendor: las reuniones de vecinos.

Hay tres cosas que el ser humano teme y rehúye a toda costa: gente que hace entrevistas por la calle, ser nombrado miembro de una mesa electoral y ser presidente de su escalera. En este último caso lo ideal es coincidir en el bloque con el típico jubilado al que no le importa ser presidente vitalicio, que normalmente es el pobre marido de la vieja del visillo, que lo único que quiere es estar entretenido un rato y ver a su mujer lo menos posible, y su mujer encantada porque así puede enterarse de mas cotilleos.

Dentro del mundo de las presidencias de escaleras, nos encontramos con las temidas reuniones de vecinos, que siempre, siempre, siempre, son en día y hora de partido de champions. Aquí se congregan todos los especímenes juntos, los trapos sucios se airean y los cuchillos vuelan a diestro y siniestro. La vieja cotilla se encuentra en todo su esplendor y lleva semanas preparando este día que tiene marcado en rojo en el calendario, ensayando sus frases: “a mi no me gusta malmeter pero la del cuarto segunda…” o “yo no acuso a nadie pero…”.

En estos casos lo único que puedo recomendar es que no asistáis, no os vais a perder nada y si os tienen que criticar os criticarán igual pero al menos no lo escuchas. Se tocará el tema de los que deben dinero del último arreglo de la fachada, de si la señora de la limpieza limpia bien o no a lo que la señora cotilla dirá:” yo no quiero hablar mal de nadie pero…”, de quien le gotea la ropa a quien en el patio de luces, de quien ralla o grafitea el ascensor,  quien tira las colillas por el patio o en la escalera… finalmente no se solucionará nada y hasta la próxima.

Así que ya sabéis, a no ser que os toque la lotería y os podáis comprar una casa aislada de todo ser humano, no es queda otra que joderos a base de bien.