Odio la Navidad, y no soy el Señor Scrooge -es el protagonista de “Un cuento de Navidad”, ignorantes…- simplemente la odio y punto.
La Navidad se compone principalmente de tres partes:
comidas y cenas familiares, sorteo de la Lotería de Navidad y compras
compulsivas.
Empezaremos por las comilonas familiares, uno de los acontecimientos más esperados y que más
amores y odios despierta. Personalmente pienso que son una de las mayores y más
crueles torturas inventadas por el
hombre, porque a no ser que se trate de una familia unida y de las que se ven
muy a menudo -cosa rara de cojones-, lo normal es que ese sea el único día al
año en que dicha familia se reúne -por algo será- y te ves obligado a compartir mesa con
extraños personajes que se hacen llamar: tíos, abuelas, primos… que cada año te
son mas ajenos e irritantes.
Si a todo esto, le añadimos una situación personal
algo precaria o propicia a la compasión ajena -léase parado, soltera en edad
avanzada, divorciado o con alguna enfermedad o dolencia- eres literalmente:
carne de cañón y prepárate para comer en el infierno. Serán habituales entonces preguntas del tipo: ¿Ya estás
buscando trabajo?, ¿Todavía no tienes novio hija?, ¿A que esperas para
casarte?, ¿Yo a tu edad ya…? ¿Cómo te encuentras? Estas preguntas las realizan los
llamados familiares que no te llaman en todo el año, pero que ese día están muy
interesados en ti, y en humillarte públicamente.
Durante lo que es concretamente el acto de comer,
siempre te tocará sentarte al lado de la persona con quien menos relación
tengas, y deberás soportar situaciones como la del personaje que se come los berberechos a cucharada limpia, cuando
no es un tenedor -no sé yo para que cojones se han inventado los palillos-, la
abuela que te da a probar algo que no tiene muy buen aspecto, y por supuesto
con sus propias manos -¿Para que utilizar cubiertos y perder el contacto humano?-
o la graciosilla frase de: “¡Ya no quiero más!”, pronunciada justo cuando la
persona en cuestión, ya se ha terminado el plato por completo.
Odio con toda mi alma también, las deliciosas y
divertidas compras navideñas. ¿Pero
como es posible odiar eso?, preguntareis, ¿Cómo es posible que no te guste
caminar por una calle abarrotada de gente, entrar de tienda en tienda, no menos
abarrotada y a ochenta y siete grados centígrados, para gastare un dinero que
no tienes, en una persona que te importa una mierda? Pues sí, soy así de mala persona.
Pero con lo que más disfruto, es con esa entrañable
y eterna cola para que un niñato con la cara llena de granos, te envuelva, de muy mala hostia y con muy poquito cariño y
habilidad tu costoso regalo. Pero no te puedes quejar porque es gratis.
Lo que también es precioso, es comprar en el
supermercado, al ritmo de los más bellos y típicos villancicos navideños. Según dicen es porque el sonido de la música
incita a los clientes a comprar compulsivamente, y yo os puedo asegurar que
funciona porque el otro día después de soportar tres cuartos de hora de
infernales villancicos me llevé todas las cuchillas, sogas y lejía del supermercado.
Por último, pero no por ello menos importante,
tenemos el gran sorteo de la lotería
de navidad, si amigos, el sorteo con en el que todos soñamos hacernos ricos. Es
igual que sea el sorteo más caro de participar y que menos dinero toque, es
igual, estamos en navidad, y todos como borregos, compramos y compramos números
como locos, para nosotros o para intercambiar con amigos y familiares, ¿puede
haber algo más bonito?, si lo hay, yo no quiero saberlo.
Lo curioso del caso, es que el ansia compradora de décimos -preciosa palabra navideña-, y
sobretodo, el ansia compartidora de
números, no está provocada por las ganas de que te toque un premio o de
compartirlo con la persona que juegas -inocentes…- sino por el hecho de que le
pueda tocar a alguien que conoces y a ti no. Eso es algo que no podríamos
soportar, y por eso cuando te ofrecen un numero en el trabajo, te lanzas a el
como un gobierno a tus prestaciones.
Si en la empresa se juegan cinco números tú los
quieres todos, y si la de recepción juega otro número con la de recursos
humanos tú también lo quieres, no vaya a ser que le toque a esas dos zorras y a ti no.
Una de las cosas mas plásticas y bellas que hay es
el sorteo televisado, más moderno y dinámico no puede ser. ¿Quién no lo ve por
televisión aunque sea un momento? aunque sea para ver al “friki” de todos los años disfrazado entre el público, por cierto,
hay que estar muy enfermo, o ser un depravado, para asistir de publico al lugar
donde se realiza el sorteo. El día que haya una avalancha humana tipo Madrid
Arena, nadie reclamará los cadáveres
por vergüenza.
Me confieso que yo conecté un momento con el sorteo
de la lotería del año pasado, si, lo reconozco. Al principio pensé que me había
equivocado, y que estaban dando el sorteo de los cuartos de final de la copa América
o un anuncio de Benetton, no reíros
no, el error es comprensible, y si no me creéis, mirad los nombres de los niños
de San Ildefonso del año pasado:
Magette -si, es un nombre de niña y no el modelo de un monovolumen como la
Nissan Magette-, Janet , Johan Sebastián -creo que no es hijo del pianista de
Parada-, Camila, Nayeli o Jhon Deiby -este es genial, yo al próximo hijo o hámster
que tenga se lo pongo-.Pero lo mejor de la lotería no es el sorteo en si, lo mejor son las reacciones de la gente agraciada a pie de calle, tan originales e imprevisibles siempre y tan diferentes entre si como dos copos de nieve. Y para nada son grabaciones realizadas por actores, que los telediarios emiten cada año, en absoluto.
Que seria una navidad, sin un viejo o vieja
millonaria, empapada en cava y diciendo: “Esto es para tapar agujeros…”, lastima que nunca lo diga
una tía buena, para poder contestar: “¡A ti te iba a tapar yo más de un
agujero!”, vulgar, lo sé, ¿Pero que queréis? Después de horas de villancicos no
doy para más.
No me gustaría acabar sin antes lanzar un aviso a la
sociedad, más que un aviso un ruego, una súplica: ¡Basta ya de felicitaciones virtuales “originales”! -aquí
imaginad que estoy haciendo ese odioso gesto de las comillas con las manos,
merezco morir lo se-.
No más sms
con gracietas a cerca de la crisis, no más emails
con duendecillos bailando, no más gatos con acento andaluz contando chistes. No tienen la más mínima gracia y al que
le gusten que acuda rápidamente a su médico ya que detectar un tumor cerebral a
tiempo aumenta las posibilidades de curación. Considerando que las personas que
envían videos de gatos contando chistes merezcan vivir.
Si en este puto país la gente empleara el mismo
tiempo que emplea creando y distribuyendo masivamente esas gilipolleces en formarse
o trabajar no seriamos el hazmerreir
de Europa.T
ema a parte seria el debate de que utilidad o que sentido tienen las felicitaciones a distancia. Yo personalmente prefiero que me feliciten las fiestas en persona y si eso no es posible porque no nos vemos nunca… ata cabos muchacho.
¡Felices y
odiosas Navidades a todos!
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repugna no olvidéis votarme en los premios 20Blogs. Es triste de pedir, pero
más triste es de robar.
Totalmente de acuerdo compañero. Añadiría además el mierda tiempo que hace. Si al menos fueran estuvieramos en el hemisferio sur y las pudiera celebrar con una cervecita pues mejor que mejor.
ResponderEliminarEspectacular, genial sin más. Pluma, en este caso teclado, acido y mordaz. Enhorabuena.
ResponderEliminarJe, je, querido amigo, pero que sepas que aún no ha pasado lo peor: queda el fin de año, el año nuevo, con su consabida resaca y profunda mala leche, ya que te das cuenta, con gran tristeza, que, después de haberte gastado una pasta gansa en gilipolleces tales como confetis, disfraces y demás capulladas, no te has comido ni una rosca porque todas las titis estaban completamente borrachas. Te queda la cabalgata de Reyes, que tampoco es moco de pavo, y luego, devolver los estúpidos regalos que no has pedido ni querías, pero que te han hecho. Un poema, vaya, yo acabo antes yendo de putas.
ResponderEliminarVamos que si te voto. No estoy de acuerdo en muchos post que pones, pero lo hacen con tanta ironía que lo bordas.
ResponderEliminarEscribes, muy bien, no comprendo tu extremo odio por las cosas eso sí he de decirlo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarExelente, yo no lo hubiera escrito mejor, y si es verdad, yo soy uruguaya y alli lo menos que haces es pensar en la comida, una barbavoa y bastante cerveza y mira, la llevas un poco mejor, pero igual es un coñaso, yo quiero dejar de festejarla pero mis hijos se niegan, odio el consumismo en masa
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